domingo, 27 de abril de 2008

Una noche de deseo. Concierto Nightwish.

La cita del pasado miércoles 16 de abril en la sala La Riviera llevaba tiempo esperándola. Desde que en 2005, tras el fin de la gira de presentación de su anterior álbum Once, Tuomas Holopainen expulsase a Tarja Turunen (vocalista de Nightwish) de la formación, el revuelo no paró de crecer. Creo que quien más y quien menos tendrá cierta idea del culebrón.

A pesar de que compré la entrada con mucho tiempo de antelación, puesto que se suponía estaban a punto de agotarse, lo cierto es que el aforo de La Riviera no llegó a completarse, aunque por los pelos. Eso sí, la cola que había cuando llegamos, y la que se formó tras nosotros conforme pasó el tiempo me causó una gran impresión. Quizá es que era más rectilínea que de costumbre, pero si siquiera con los Helloween tuve esa sensación, y eso que ahí sí que se agotaron las entradas.

Pese a que el ticket rezaba “apertura de puertas a las 19:00, Nightwish a las 20:00”, pasamos a las 19:30 o más, y los teloneros no empezaron hasta las 20:30 o así. Y yo que esperaba volver prontito a casa… Pain, la formación que acompaña a Nightwish en su gira europea, estuvieron bastante bien. No los conocía y no es el estilo que más me gusta, pero me causó una buena impresión su versión de Eleanor Rigby, de los Beatles. Tocaron varios temas sin descanso y supieron animar a un público que estaba bastante más interesado en ver a los finlandeses. Un público que al menos desde la barra, donde estaba yo, parecía superar la media de edad del de Barcelona.

Intermedio para preparar la escenografía y el sonido. De fondo el caracterísitico péndulo que aparece en la portada del nuevo disco, Dark Passion Play (en adelante, DPP). Por fin comienza el espectáculo. Tras una intro que parecía propia de alguna banda sonora, arrancan los primeros compases de Bye, bye, beautiful. El tema inspirado en la anterior cantante está siendo el encargado de abrir los conciertos de la gira. Con un par. Los músicos irrumpieron en escena, y por fin vimos a Anette Olzon en escena. Y es que a día de hoy continúan las comparaciones. El nuevo disco, personalmente, me gusta bastante, pero claro, había que ver las tablas de Olzon sobre el escenario. Y yo creo que aprobó.

El setlist sufrió algunas variaciones respecto al del día anterior en Barcelona. Hay quien dice que es un repertorio que se apoya mucho en el nuevo álbum, pero hay que tener en cuenta tres cosas: que es una cantante nueva que entró con los temas de DPP ya grabados y ella añadió la voz (vamos, que aguardaron al último momento); que es una gira de presentación del DPP y por tanto esos temas tienen una presencia destacada; y que ya con la Turunen habían desterrado del repertorio los dos primeros discos, así que con esta nueva cantante de estilo tan diferente es impensable rescatarlos.

Anette salió animada, juguetona, pizpireta. Desde el primer tema se movía con soltura y desparpajo por el escenario, y en sus movimientos y maneras me resultaban familiares a fuerza de verlos en los videclips de los singles y en las grabaciones del Youtube. Marco Hietala desgranó el largo y pegadizo estribillo de Bye, bye, beautiful, dosificando los versos y la respiración (probar a cantarlo de tirón: os ahogáis fijo). Le siguió el Dark Chest of Wonders. Anette ha adaptado los temas de anteriores discos con cierta inteligencia a la tesitura de su voz. En las estrofas con tonos más agudos se nota que necesita hacer algo de esfuerzo, pero llega sin problemas (lo que da como resultado que se la vea muy entregada), y en las partes especialmente difíciles ha modificado la tonalidad para cantar más cómoda.

Con todo, me faltaba algo en el concierto. Veía a Anette sola con respecto a los otros miembros, y aunque la ejecución de las canciones era más que correcta, no me transmitían emoción. Quizá fuera porque esta vez estaba más lejos y tenía una visión más objetiva, por decirlo así, más global, del espectáculo, que si estuviera en mitad del barullo.

Pero la impresión que tenía fue mejorando con los siguientes temas hasta The Siren, y en la canción siguiente, The Islander, el concierto llegó a su punto de inflexión. El tema compuesto e interpretado por Hietala, un ritmo tranquilo y pleno de connotaciones folk e incluso celtas enganchó de lleno al público. Marco y el guitarrista Emppu tocaron sentados y más tarde se unió Anette para reforzar los coros. Fue ahí donde encontré esa unidad que afirmaban en otras crónicas, en la cercanía que demostró la cantante con sus compañeros de banda. En cuanto a Marco, su presencia en Nightwish cada vez me gusta más. Siendo un miembro incorporado al grupo en el cuarto disco, prácticamente un fichaje estrella (Anette tuvo que superar una selección, pero la incorporación del bajista fue no tuvo ningún casting de por medio), es además de un excelente frontman alguien que se muestra cercano al resto de los músicos. Incluso se le veía cercano a Tarja cuando la cantante había perdido la comunicación con el resto de la banda.

Le siguió la larguísima The poeta and the pendulum, todo un score que ejecutaron muy bien, y cuyo comienzo (es el tema que abre el DPP) me recuerda que pese al cambio de cantante, siguen siendo Nightwish. Otro momento de relax vino con While your lips are still red, tema compuesto para la banda sonora de la película finesa Lieksa, y que no es estrictamente un tema de los Nightwish. Lo recuperaron del setlist parisino (que se fastidien los gabachos, que no ha sido una exclusiva) y le tengo un especial cariño a esta balada, así que no pude estar más encantado con escucharla en vivo. Siguieron Sahara y Nemo, que supuso la despedida antes del bis.

Último coletazo con tres temas en los que cambiaron Wishmaster para poner Dead to the world, que originalemente estaba entre las primeras del setlist. Parece que Anette no termina de rematar este tema, y la verdad es que en Seven Days to the Wolves su voz ya se notaba resentida. Acabaron con Wish I had an angel, como era de imaginar, y creo que el tema ahí se quedará para cerrar las actuaciones, igual que el Mirror Mirror de los Blind Guardian y el Black Diamond lo hacía en los conciertos de Stratovarius.



Un concierto que fue mejorando a lo largo de los temas. La banda transmitió sensación de unidad (a lo mejor de puertas para adentro es otra cosa, pero se les vio más ilusionados). La impresión que me causó Anette fue muy buena. Para lo bueno y para lo malo, no tiene la imagen de diva que tenía Tarja (imagen muchas veces ensalzada) y tiene buenas tablas en vivo. Es un estilo diferente, pero tras el Wishmaster los registros operísticos de los temas de Nightwish no eran tan notorios, y han en encontrado una cantante que se adapta a la evolución que lleva la banda.

Ahora vais y comentáis.

Los Nightwish despidiéndose de la audiencia

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