Hoy es el Día Internacional contra la Violencia de Género.
Nuestros padres solían celebrar los santos. Ahora hay un día internacional para todo: Día del niño, de la infancia, del padre, de la madre, de la madre que nos parió a todos... la fecha de hoy es una de esas que me gustaría quitar del calendario. Es decir, que ya no se recordase ningún día de la violencia de género porque ya no hubiese violencia de género. Pero creo que no viviré para ver un mundo así. Con suerte, nuestros hijos podrán.
Violencia hay por parte de ambos sexos, pero no me voy a poner ahora a disertar. La más llamativa, la que sale en las noticias, es la física, ejercida en la gran mayoría de los casos por hombres hacia sus parejas. Palizas, malos tratos... carnaza para la sección de sucesos.
Tampoco quiero centrarme en eso. Hoy quiero romper una lanza por todas aquellas chicas y mujeres que una vez fueron risueñas, alegres, independientes. Luego encontraron pareja y poco a poco su voluntad se fue anulando, y dejaron de salir, y dejaron de reir. Son felices, ellas lo creen así. Pero ya no son ellas. Han pasado a ser poco más que la novia o la esposa de alguien. No salen si no es con su chico, ceden ante sus caprichos, y cuando los dos salen con más personas, a ella apenas se la oye. No tiene nada que comentar, ni anécdotas que referir. Es como si hubiera dejado de tener vida. Y así, estas chicas risueñas y alegres van muriendo poco a poco, en silencio.
Son estas muertes en vida, simbólicas, inadvertidas, las que más me apenan. Suponen talento y potencial desaprovechado, y una carta blanca al futuro maltrato, puesto que esa permisividad es una omisión en la tarea de educar a nuestros hijos contra esta lacra. Si es lo que ven en su casa, es lo que harán de mayores.
Así que os pido desde aquí a todas esas chicas que no os quedéis mudas, que no perdáis la voz, que no tengáis miedo a ser vosotras mismas. A los novios y maridos de esas chicas... paso de decirles una mierda.
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