Los Simpson es una serie que me encanta. Prácticamente cualquier situación o conversación que tenga me podría remitir a un episodio o a alguna broma de esta familia amarilla de cuatro dedos. En uno de los episodios de la sexta temporada, titulado Alrededor de Springfield, Lisa pierde a su amigo y mentor musical Murphy “encías sangrantes”, músico de jazz. Después de conseguir que un disco suyo se escuche en una modesta emisora, habla con el músico en una secuencia que recuerda descaradamente a la película El Rey León de Disney. De hecho, para seguir la broma, en la nube con la forma de encías sangrantes aparecen después el propio Muphasa (padre se Simba, protagonista del largometraje Disney), y luego Darth Vader y un locutor de
El gag del episodio de los Simpson. Es el doblaje latino.
Encontré la respuesta a esta pregunta hace poco, al leer Copia este libro, de David Bravo. Resulta que El Rey León está fuertemente inspirada (ejem) en una serie de animación japonesa de los años sesenta llamada The Jungle Emperor (El emperador de la jungla), aunque también se la conoce como Kimba the White Lion (Kimba el león blanco), creada por Osamu Tezuka. Como vemos, los de Disney no se quebraron mucho los cascos para bautizar al leoncito de su película. Pero no vayáis a pensar que es un plagio, que el nombre del protagonista es distinto, y además, Simba no es un león blanco.
Dos vídeos que muestran comparativas entre el largometraje de Disney y la obra de Tezuka.
Osamu Tezuka es considerado el padre del manga. Curiosamente, el estilo tan característico de estos dibujos (en comics o series) se debe a la herencia Disney, ya que adoptó los ojos grandes y expresivos de Mickey and friends para darle vitalidad a sus personajes. Posteriormente, Disney se alimentó de los argumentos de la serie nipona para crear uno de sus largometrajes. Cuestiones de plagio aparte, lo cierto es que la cultura no nace de la nada. Lo que hace cualquier autor está en función de sus influencias. En el fondo, El Quijote es una enorme parodia de las novelas de caballería. Como curiosidad, en aquella época no se concebían los derechos de autor como se hacen ahora, y así se pudieron editar impunemente el Qujote de Avellaneda, o las aventuras de la hija de
Volviendo al tema del post, lo sangrante del asunto es la actitud de Disney, que por un lado coge sin pedir permiso, y por el otro pretende ser intocable. Multitud de sus largometrajes adaptan obras previas, ya sean cuentos populares (Blancanieves y Cenicienta, son buenos ejemplos, ya que aunque las ediciones más conocidas son de los hermanos Grimm y Charles Perrault respectivamente, éstas hunden sus raíces en historias de origen indeterminado), u obras con copyright (es el caso de El Rey León). Ignoro si Disney recurre a obras que han pasado a ser de dominio público para poder realizar sus edulcoradas versiones sin pagar derechos de autor, si los pagaban religiosamente cuando correspondían o si han eludido hacerlo en alguna ocasión (en el caso de Alicia en el país de las maravillas, cuento original de Lewis Carroll, aunque el autor había fallecido, no estoy seguro si por la legislación entonces vigente la obra había pasado al dominio público, y no he encontrado referencias a este aspecto). El caso de El Rey León es el primero que conozco que pueda ser acusado de plagio. Bien, como digo, por un lado vemos poco contenido orginial y muchas adaptaciones, con o sin permiso. Eso en principio no tiene por qué ser malo. El hecho de adaptar una obra literaria al cine no deja de tener su mérito, y en el caso de los dibujos, la calidad de las producciones Disney (en cuanto a su factura) no suelen ser discutidas.
En cambio, cuando se trata de usar algo perteneciente al universo Disney, la cosa cambia. En Estados Unidos, donde el copyright es una mercancía más con la que comerciar, las autoría a veces deja de ser relevante y cede ante la titularidad de los derechos. Así, Mickey Mouse, creado por Walt Disney, se resiste a entrar en el reino del dominio público, ya que las leyes del copyright han ido aumentando la duración de los derechos una vez fallecido el autor. Vamos, que la corporación Disney le está retrasando repetidamente la jubilación al simpático ratoncito a fin de poder seguir exprimiéndolo, a él y a sus compañeros. Y vaya si lo hacen: en 1991, unas madres neozelandesas tuvieron que retirar las imágenes de Pluto y del pato Donald que pintaron en el patio de un colegio. Violaban el copyright de la fábrica de sueños. En cuanto a las creaciones adaptadas de obras de dominio público, no me arriesgaría. Quién sabe si Disney puede pensar que la adaptación que hagas de esos cuentos se parece demasiado a su versión y pueda atacarte por ese flanco.
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