domingo, 21 de octubre de 2007

In Memoriam: Juan Antonio Cebrián (1965-2007)

Hola de nuevo:

Volvemos tras este fin de semana sin publicar en el que tuve que hacer de guía turístico. Bueno, espero que os hayáis recuperado del emocionante Gran Premio de Brasil (tan emocionante que uno ya sospecha de la Formula 1) donde había gran variedad de porras para hacer: cuál sería el podium del Gran Premio, quién ganaría el mundial, cuántos infartos simultáneos tendría el calvo de Telecinco si ganaba Alonso…

David y yo habíamos hablado de la posibilidad de que él enviase ocasionalmente algún texto que pudiera servir de entrada. Hoy iba a ser el día elegido para poner su “carta de bienvenida”. Sin embargo, el viernes por la tarde nos sorprendía la noticia del fallecimiento de Juan Antonio Cebrián, locutor de radio y presentador del programa La Rosa de los Vientos en Onda Cero. Así pues, la primera colaboración de David va a ir en su honor. Me ahorraré los elogios hacia el gran comunicador albaceteño para no ser redundante, que no llegó a cumplir por apenas un mes los 42 años. Es una putada que se vayan este tipo de profesionales: gente que seguía luchando por hacer programas cultos, sin tanto mamoneo de tertulias y tertulianos que lejos de informar sólo saben opinar e imponer su opinión mediante la cultura del grito. Y aunque a diferencia de David yo no era uno de sus fieles seguidores, me han hecho el honor de compararme con él al oír Un día en la vida.

Sin más os dejo con el homenaje de David a Cebrián. La próxima semana tendréis nuevo programa. Hasta entonces ya sabéis dónde encontrarme.

Hola amigos, hoy 21 de Octubre sin duda es un día triste para mí y, como para éste quien estas letras escribe, con el corazón apenado, supongo que para muchos de vosotros también lo será. Ayer, mejor dicho, ya antes de ayer, el fatídico viernes 19, por la tarde, un fulminante infarto sesgaba la vida a uno de los periodistas, escritores y en pocas palabras, a uno de los mejores, si no el mejor comunicador de este país, el pasado viernes se nos marchaba a la edad de 41 años Juan Antonio Cebrián.

Sin duda, con él se va al menos un trocito del corazón de este fiel seguidor de gran parte de la trayectoria de uno de los humanos más brillantes, más irremplazables que jamás tendremos, un hombre fuera de su tiempo, un sabio, un magister que nos instruía a todos desde las ondas radiofónicas, sin duda, él mismo lo decía, era "un hombre fuera de su tiempo", él debería haber nacido en el siglo XIX, pues sin duda era un gran desbubridor, una mente inquieta que perseguía los enigmas, ya fuesen históricos, esotéricos o de cualquier rama de la cultura y la ciencia.

Todavía recuerdo ese verano de 1995, cuando un pequeño David Enrique no podía dormir por las noches, cuando gracias a mi insomnio y mis problemas con Morfeo, descubrí al Cebri, justo estaban comentando que desde ese año, contando otros cien, la teoría para viajar en el tiempo estaría desarrollada y con un poco de suerte, en unos cincuenta años más, el dispositivo con el cual poder estar presente en esas épocas que nosotros sólo podemos intuir con los escritos que nos dejaron y con secciones como "Pasajes de la historia", estaría ya construida. Desde entonces, las noches para mí tenían otro color, las noches brillaban más que los días haciéndome amar la radio nocturna, deseando que llegase la madrugada para escuchar su inconfundible voz, su risa sincera, sin más para escucharlo a él, al COMUNICADOR. Ya fuese en Turno de Noche, en Azul y Verde, en La Red o en la actual Rosa de los Vientos, que tras zozobrar en el difícil mundo de las ondas hercianas, se había consolidado como uno de los referentes en las madrugadas del fin de semana con miles de oyentes que como yo habían crecido con él y lo habían seguido religiosamente allá donde fuese.

Pero esta noche, tras pasar un ratito en el messenger, y tras sacar a mi fiel compañero de batallas, Viento, me disponía a volar en sintonía con Onda Cero Radio, mas no la encontraba, sólo sintonizaba música y más música, así que tras esperar a los informativos, fui partícipe de la tríste y cruel noticia, como ocurre en estos casos, cuando ésa a quien tanto tememos y despreciamos, que viste de negro con una horca en la mano, pasa llevándose a alguien tan de repente, me quedé frío, exánime, masticando cada una de las palabras que Laura Gil iba vocalizando. ¡No podía ser! ¡Era jovencísimo! ¡Estaba lleno de vida! ¡Tenía aún tantas cosas que contar y que explicarnos! Mi paisano, manchego como yo, enamorado de las ondas y de comunicar, tal y como éste quien firma estas frases de tristeza. Es más, lo reconozco, es mi modelo a seguir cuando, como cada día, me pongo ante un micrófono y ya sea para presentar canciones, contar historias o hablar con algún oyente, me viene a la cabeza su voz, cómo lo haría él para sin imitar crecer como él lo hizo y ser capaz de hacer vibrar almenos a un oyente perdido, quien como yo, se encontrase con mi voz una de estas tardes.

Pasaron los años y al igual que cuando alguien encuentra en una tierra extraña a un seguidor de su religión, encontré entre los ciento y pico alumnos del internado en que estudiaba, a algunos seguidores del Cebri, a irreductibles que como yo pasaban la noche en vela pegados a un transistor, surgió la amistad, una amistad basada en historias, en recuerdos y poco a poco íbamos pasándonos casettes, con grabaciones caseras de los grandes momentos, Muñecolandia, con su Sombrita, con esa parodia del Fari, con Melqui el Contactado, el Sr. Frías, bruto como el más pintao de esos pueblos perdidos de la España nuestra. Así mismo temblábamos al escuchar las psicofonías o parafonías, como desde que el Dr. Germán de Argumosa le dió esa denominación junto a un jovencísimo Cebrián, así se denominaban en La Zona Cero. Esa Tribuna Libre, Tribuna Abierta, en la cual, como en el mejor de los foros romanos o las ágoras griegas, los oyentes nos hacíamos escuchar, ya fuese política, religión o cualquier caso paranormal ocurrido nos hiciese estar con el alma en vilo. Sus recomendaciones literarias, sus viajes por esa España de leyenda, esas noticias de la tierra en que vivimos que utilizábamos muchas veces en Ciencias y que extraíamos de Azul y Verde, y cómo olvidarse de la tertulia más animada y versátil de la radiodifusión internacional, las Cuatro C. Me viene en este momento a la cabeza esa alerta ovni, el 5J, en que por primera vez en las ondas españolas, se reunían especialistas en un estudio, con cienes de grupos, sí, pues así lo ablentaba a los cuatro vientos Sombrita, eran cienes y cienes de grupos buscando los “gonis” en el cielo, “la luuuu”, pero si bien aunque no era la primera alerta ufolójica de la radio, sí fue la primera que consiguió agrupar a gentes de todo el mundo, con conexiones en Latinoamérica, América del Norte, Rusia, etc, etc, etc. Quizás esa noche los objetos volantes no identificados, no se dejaron ver, pero el sentir y notar que miles de personas tenían sus corazones sintonizados en la onda del misterio, con una VOZ a la cabeza, la de él, la de Cebrián… ¡eso fue mágico!

Podría seguir con tantos y tantos momentos, pero me viene ahora a la cabeza ese pobre Alejandro, fruto de la unión de Cebrián con Silvia Casasola, un nombre que eligieron por el magnífico Alejandro Magno, pues como digo, me viene ahora a la mente ese pequeñajo que como tantos otros se ha quedado un poquito más sólo en esta piedra redonda, y Silvia una más en las ondas, su voz al igual que a Cebrián, seguro que enamoró a tantas personas, pero sin duda hoy, al igual que todos y cada uno de sus oyentes, hoy, la tristeza ahogará sus corazones.

Por último, para dejaros descansar de este correo que sólo sirve para aplacar a mi corazón, me pregunto ¿y qué será ahora de las madrugadas radiofónicas? ¿qué haremos ahora en las nochs tan largas? si no podemos acunarnos con su voz, con su tono de hablar, si no podemos soñar con las historias que él nos contaba, las noches, amigos, desde hoy serán algo más frías por mucho cambio climático que nos sobrevenga.

Sin más, Juan Antonio, descansa en paz y disfruta de largas tertulias con el magnífico Sr. Jiménez del Oso, mientras nos esperas allá donde estés, preparando la nueva temporada, que comenzará cuando todos y cada uno de tus amigos, colaboradores y oyentes estemos de nuevo a tu lado.

Y, como él decía: “Que se de bien!”

2 impertinencias.:

Vane dijo...

La verdad q es una pena que un profesional de la altura de Cebrián nos haya dejado de esa forma tan fugaz.
Os espero en Ver Dibus.
Saludos d VaNe chunga de Lega.

Anónimo dijo...

Han pasado casi dos semanas del fallecimiento de este gran comunicador y todavía me cuesta asumirlo. La radio ha quedado huérfana, ya quedan pocos como el Cebri. La Rosa de los vientos sigue, pero el espacio vacío que ha quedado es muy grande y nadie lo podrá llenar.
Y si la radio ha quedado huérfana con la ausencia de este monstruo de las ondas, está quedándose también sin contenidos que merezcan realmente la pena.