jueves, 30 de julio de 2009

En UDELV éramos pioneros

Otros años, a estas alturas de verano, ya estaría en Villanueva de los Infantes preparando la temporada estival de nuestro muy querido Un día en la vida (UDELV), ese programa desenfadado que alternaba sesudos análisis de clásicos como el Quijote o La Regenta con noticias curiosas que versaban sobre cervezas que hacían que los pechos de las mujeres aumentasen o que producían erecciones de 24 horas.

Aunque vosotros, queridos lectores, descargáis el programa ya editado y sin pausas, sabéis que entre sección y sección poníamos algún tema musical para dar una pausa a los oyentes de la radio y de paso descansar nosotros un poco y preparar el contenido de la siguiente parte. Se nos puede escuchar en muchos de los programas hablar de la canción que íbamos a poner; y cuando empezamos a dejar todos los programas grabados para subirlos posteriormente al blog, evité en la medida de lo posible que las voces pisaran las canciones, para que después la edición quedase lo más "limpia" posible.

David y yo solíamos aportar dos temas cada uno. En ocasiones intentábamos que los temas tuviesen relación con el libro o autor que tratábamos en Vida y milagros o con algunas de las noticias que comentábamos. Otras simplemente poníamos lo que nos venía en gana y no se podía escuchar a otras horas en la emisora. Mientras que yo tiraba más hacia el rock, David era más hiphopero, pero también tenía un repertorio más variado. A veces simplemente ponía auténticas frikadas. De haber seguido en antena, habríamos acabado poniendo al Reno Renardo.

Sin ir más lejos, en el programa dedicado a Alatriste, el primero de la temporada del pasado verano, David nos dejó esta perla cantada por el Trío Zapatista: Paracetamol. Y mira qué sorpresa cuando ayer, veo que ponen el vídeo en el programa Sé lo que hicísteis. No está mal, casi un año después. Así que me alegré de saber que en UDELV nos adelantamos tanto a los medios convencionales. Pues nada, aquí os dejo con el vídeo de Paracetamol. Y pensar que para el programa llegué a entrevistar a Espido Freire...

miércoles, 29 de julio de 2009

Anuncios por triplicado

España no puede presumir de ser un país pionero en el panorama televisivo. Y no me refiero a los contenidos, sino a las plataformas. A los dos canales públicos se les sumó una televisión autonómica en los 80, pero eso sólo en algunas comunidades (en otras, como Castilla-La Mancha o Extremadura, se tardó otros diez años o más en tener una televisión regional). Las tres privadas comenzaron en 1990, de las que sólo una, Canal + se acogió a la fórmula mixta de financiación por publicidad y pago por abonado. (Por cierto, comparad las primeras imágenes de Canal + con el vídeo presentación de Tele 5. Sin comentarios.). En cuanto al cable y el satélite, tampoco tuvieron un papel destacado frente a las televisiones generalistas, y de hecho, las dos plataformas de TV digital por satélite (Via Digital y Canal Satélite Digital) tuvieron que fusionarse debido a las pérdidas que tenía la primera de ellas al no haber mercado suficiente para las dos.

Pero, como se puede ver, el panorama ha cambiado mucho desde esos dos canales únicos (y públicos) que había en los 80 hasta la situación actual. La banda ancha ha potenciado en parte la oferta de televisión por cable, y ahora los operadores de telefonía nos ofrecen además la posibilidad de contratar canales televisivos. Y cómo no, el famoso apagón analógico y el consecuente tránsito a la no tan maravillosa Televisión Digital Terrestre.

La situación se ha vuelto muy complicada para una televisión que hace unos años estaba acostumbrada a reunir ante la pantalla audiencias millonarias y a gozar del privilegio de un público con escasa o nula segmentación. Además de la multiplicación de canales televisivos, surgen nuevas formas de acceder contenidos audiovisuales, como el móvil o internet, y en algunos casos, la cultura de colaboración de los usuarios (por ejemplo los sistemas peer to peer) se ha adelantado a la poca iniciativa de las plataformas.

En esta marea de opciones, Antena 3 ha optado por una estrategia que apuesta por la integración de todos los componentes del grupo en un solo corpus, pero sin calcar la identidad visual del canal matriz en sus derivados (como hace el grupo Rtve). La llaman televisión 3.0.

Aprovechando el nombre de la cadena, la plataforma juega con dos tríos (ellos hablan de tres): el de sus tres canales de televisión (Antena 3, Neox y Nova) y el trío de plataformas (TDT, internet y móbil). Dejaremos aparte las múltiples plataformas (que darían para un artículo aparte) para centrarnos en los canales.

Los dos canales de apoyo de Antena 3 ofrecen una programación multigénero (no son temáticos) y parte de su estrategia de programación se basa en la redifusión de los contenidos de A3, ya sea de los ofrecidos esa semana o rescatando series de ficción de otras temporadas. A pesar de esta redifusión en ambos canales, se aprecia que cada uno de los canales tiene un target de edad diferente (más joven para Neox, más maduro para Nova). La programación se completa con contenido exclusivo para cada canal, fundamentalmente ficción extranjera, en línea con la tendencia de dejar la producción propia a las cadenas generalistas. Neox presume de ser una de las opciones más vistas de la TDT, aunque bueno, en cuestión de audiencias quien no se consuela es porque no quiere. A pesar de todo, son muy pocos los estrenos que van directamente a Neox, y menos a Nova.

La cadena refuerza esta imagen de televisión 3.0 recuperando la idea de la chica de continuidad, que informa de próximos estrenos y alternativas en los otros canales y plataformas. No obstante, todo el esfuerzo de diversificación y de aprovechamiento de la segmentación de audiencia se va al traste cuando llegan los anuncios. Cuando Antena 3 hace una pausa, la programación se interrumpe automáticamente en las otras dos cadenas para poner exactamente los mismos anuncios (sólo cambian las promos de cada canal).

Desde el punto de vista del espectador, estos cortes son un atentado a la narrativa. Si ya me quejaba de que no se respetan las pausas dramáticas de las series, en Neox o Nova un intermedio puede irrumpir en mitad de una frase. Y claro, se fomenta la costumbre de bajar las series de eMule, que no tienen cortes ni nada.

En cuanto al aspecto publicitario, poner los mismos anuncios simultáneamente desperdicia la segmentación de audiencias que ofrece el canal. Puede que los anuncios lleguen a más espectadores, pero no creo que este mayor alcance compense la posibilidad de ofrecer una publicidad más eficaz al estar más adaptada a los grupos objetivos de cada canal. Tampoco hay que olvidar que la gente, en cuanto ve un intermedio, se pone a hacer zapping, y al haber anuncios en las otras cadenas se desperdicia otra oportunidad, la de que el espectador vea otra programación que le pueda interesar.

En definitiva, de momento sólo se habla de las excelencias de la TDT y sus múltiple posibilidades, pero no se aplican. La televisión 3.0 se ha quedado en poner anuncios en tres canales a la vez. Al final, la tecnología interactiva de la tele más usada sigue siendo el teletexto de toda la vida.

domingo, 12 de julio de 2009

Soy un pagafantas

Al fin y al cabo, quien más y quien menos ha sido un pagafantas en algún momento de su vida. Eso sí, ya se me puede enfadar la ministra Aído, pero este rol del amigo fiel, del oso de peluche, le corresponde casi exclusivamente a los varones. El pagafantas ha existido desde tiempos inmemoriales, aunque ha sido a raíz de unos cuantos vídeos de Youtube cuando se ha popularizado el término y parece que se han unificado criterios para describirlo.

El caso es que este estereotipo le ha servido a Borja Cobeaga (Vaya Semanita) para dirigir su primer largo, que tras su paso por el Festival de Cine de Málaga, donde obtuvo el premio al mejor guión novel y el premio de la crítica, ha desembarcado en los cines.

Sin ser una obra maestra ni un clásico de los que perdurarán por los siglos de los siglos, lo cierto es que se deja ver muy bien. Es entretenida, no muy larga, y bien dirigida e interpretada. Ver que el cine español se renueva en estilo y temática es, desde luego, toda una esperanza, al menos para mí. Frente a pretenciosas revisiones de la Guerra Civil y el Franquismo (que no digo que no sean necesarias, pero ya empiezan a saturar y van a causar el efecto contrario: alimentar una recua de fachas), aquí nos encontramos con una peli que sólo pretende entretener, contar una historia sencilla (pero volvemos a lo mismo, sin las pretensiones de una peli de Isabel Coixet, por ejemplo), una historia con la que es fácil identificarse, y con la que nos vamos a reír de principio a fin, aunque más de uno pensará "joer, me río, pero eso me ha pasado a mí". Aunque el director y algunos actores provienen de la televisión, tampoco es una película teen, repleta de actores y actrices para forrar carpetas, sino que sus protagonistas anadan por la mitad de la veintena, y el público que verá esta peli bien puede adentrarse en la treintena.

Una de las mejores bazas de la película son los actores. La otra el ritmo. Gorka Otxoa (Vaya Semanita, Saturday Night Live) encaja muy bien en un papel que ya había ensayado en la serie Cuestión de Sexo como alumno de Willy Toledo en la autoescuela. Vamos, que es el pagafantas. Julián López (Muchachada Nui, Noche Hache) pone el contrapunto de amiguete, en el fondo igual de pardillo, y consejero. Sabrina Garciarena, la chica protagonista, tiene ese encanto y desparpajo que tanto atrae al pagafantas (de haber puesto a un pivón, la peli habría funcionado peor: la clave del pagafantismo es que el sujeto hace buenas migas con el objeto de su deseo, ya que es una chica accesible y encantadora), es independiente, echá p'alante, sin sentido del ridículo y un poco loca, lo que a veces pone en evidencia al protagonista. Óscar Ladoire, uno de los veteranos del elenco, sencillamente es que lo borda haciendo de ese listillo que sin querer dar consejos no deja de soltarlos a diestro y siniestro, y nos muestra que también hay pagafantas más que maduritos.

Como digo, además tiene buen ritmo. Los actores, muchos habituales de programas de humor de televisión, aportan chispa a un guión bien hilado. Los gags son cortos y efectivos. Las bromas no se alargan innecesariamente (como el caso de parodias del estilo Scary Movie o Casi 300), y en general la progresión es buena. En resumen, se ve una buena adaptación al largometraje, es decir, que no asistimos a un episodio de telecomedia alargado. El final, que en este tipo de historias nunca es fácil de encontrar porque muchas veces ni siquiera existe un final, tiene un toque agridulce. Aquí se nota mucho más la influencia televisiva y se opta por suavizar la carga dramática con un recurso cómico y un tanto surrealista. ¿Debería haber puesto el cartel de spoiler para este párrafo?

Con todo, a la película se le puede pedir más. Con apenas hora y media de duración, quince o veinte minutos más de metraje no habrían estorbado si con eso se le hubiera añadido profundidad a la historia. Las devociones pagafantiles pueden ser historias de meses o años, y en la película se nos ofrece un enchochamiento de un par de semanas (salvo por la elipsis que hacen). Michel Brown, en el papel de novio de la chica, está algo desaprovechado. Además, se muestra bastante encantador. Se podría haber desarrollado más el triángulo-conflicto, y de paso hacer un personaje algo más caradura y cuestionable, para que quedase más en evidencia ese dilema interno de todo pagafantas, el de ver cómo las chicas se van con los chicos malos, con los que peor las tratan.

Pero ya os digo que el balance es bueno, que uno se alegra de ver que el cine patrio intenta enmendarse y hacer productos que conecten con los gustos del público. En este caso es un target bastante concreto (ya os digo, las chicas tal vez se sientan menos identificadas, aunque seguro que muchas tenéis algún pagafantas bebiendo vuestros vientos lo sepáis o no), pero no es un mal target. Si sabe promocionar el lanzamiento en DVD puede que haga buena caja. Las salas de cine, ya se sabe, ponen la peli en tres cines recónditos y la quitan a la semana. Aparte de eso, al estar producida por Antena 3, seguramente la veamos desfilar por su circuito 3.0 (el que consite en poner anuncios en las tres cadenas a la vez).

Pagafantas

jueves, 2 de julio de 2009

Para ser cultura... ¿hay que hacer caja?

Esta semana se celebra el Gamelab, feria internacional de ocio interactivo (que queda mejor que reunión de frikis jugando a la consola). Es posible que hayáis leído alguna noticia o titular donde de repente ahora la ministra de turno afirma sin ruborizarse que los videojuegos también son cultura (mirad en cualquier periódico online que no me apetece poner enlaces, que quiero terminar este post prontito).

En parte me alegro porque también lo creo así. Hablo de cultura en sentido amplio, no de cultura con ese tufillo elitista que distingue alta cultura de cultura popular. Los videojuegos están basados en la producción simbólica, y cumplen el resto de características que suelen definir a las Industrias Culturales: mayor disfrute cuanto más se conocen, no existe original único (como por ejemplo en pintura) sino que son productos que se fabrican en serie, en un número indefinido de copias... ya sabéis. Y sí, son cultura, porque los que rocéis los 30, tendréis en vuestro imaginario colectivo no sólo pelis como Terminator 2 o Parque Jurásico; o grupos como Nirvana o los Maiden; sino que también recordaréis partidas al Super-Mario, Mortal Kombat, Street Fighter, FIFA World Cup, etc.

Pero por entonces eso eran cosas de niños. Hasta que Sony se metió también a hacer consolas, y la cosa cambió. Al igual que los best sellers acercan los libros a la gente, la Playstation acercó las consolas a los no-jugadores. Los videojuegos, además, se iban haciendo más complejos en su narrativa, en su jugabilidad, en sus gráficos... así, ahora el volumen de negocio de los videojuegos supera al del cine. Ahora sí que se puede empezar a hablar de videojuegos como cultura ¿verdad?

Santiago Segura ya dijo que los videojuegos no tenían nada que envidiar a una película. Sobre todo si hablamos de cine español. Frente a la eterna queja de los cineastas, que si no vemos pelis españolas etc, las industrias españolas de videojuegos, en vez de apelar al patriotismo y a la lástima, se preocupaban por hacer juegos en condiciones, de la misma calidad que los japoneses o norteamericanos. Así, en los ochenta, Dinamic estaba presente en nuestros Amstrads y Spectrums con esos videojuegos con portadas de Luis Royo (me viene a la cabeza Turbo Girl) y más recientemente tuvimos el fenómeno Comandos.

Leo en un artículo que la ministra habla de incorporar los videojuegos al Ministerio de Cultura, para que así puedan recibir ayudar y subvenciones como otros sectores. Supongo que no será una mala medida: los videojuegos tienen una producción ardua y costosa, en especial por la inversión tecnológica. Pero esa decisión hay que meditarla y ser coherente con ella. Existe el derecho a copia privada para garantizar el acceso a la cultura, y los videojuegos están excluidos de ese derecho desde la reforma de la LPI de 1993. ¿Será que por entonces los excluyeron del concepto de cultura? Y digo yo, si los consideran cultura, habría que hacer algo al respecto sobre la copia privada.

En fin, declaraciones del político de turno, como digo, que como los consultores, llegan para decirnos lo que ya sabemos. Eso sí, que la ministra recuerde que esta en el Ministerio de Cultura, no de Industrial Culturales. Que no todo son descargas en internet y la lucha entre grupos multimedia y usuarios, etc. Hay muchas más expresiones culturales (y no sólo en la red) y un órgano como el Ministerio debe velar por esa diversidad cultural. Que las grandes compañías ya se saben cuidar solas.

Perdón por el parón de más de un mes. Como veis, últimamente mis entradas giran en torno a temas similares. Puede que deba empezar un nuevo blog y centrarme en ellos ¿qué pensáis?